
Columbarios urbanos: cuando el recuerdo vuelve a formar parte de la ciudad
Durante siglos, recordar a nuestros seres queridos fue un gesto íntimo y cotidiano. En Çatalhöyük, uno de los asentamientos neolíticos más antiguos que se conocen, en el centro-sur de la actual Turquía, los muertos se colocaban bajo el suelo de las propias viviendas. Con el tiempo, los enterramientos se trasladaron junto a las iglesias. Y más adelante, a los cementerios, ya fuera de los límites de la ciudad. Y con ese desplazamiento, el recuerdo también se alejó.
Ahora, proyectos como el Mausoleo Metropolitano de Barcelona rompen con esa distancia. Situado en el barrio de Navas, en el corazón de la ciudad, este espacio de columbarios urbanos representa un cambio profundo: nos permite estar más cerca —física y emocionalmente— de quienes ya no están.
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Más cerca, más a menudo
Ir a recordar a un ser querido no debería ser una excursión. Debería poder formar parte del día a día, como tomar un café o salir a pasear. Esa es la idea que hay detrás del Mausoleo Metropolitano de Barcelona: un lugar cercano, integrado en la vida urbana, que rompe con la solemnidad y la distancia emocional de los cementerios convencionales.
Con más de 11.500 columbarios en el interior de la cripta de la iglesia de Sant Joan Bosco, se trata de un espacio accesible, seguro y abierto a todo el mundo. Se puede llegar andando, en bici o en metro. Y no hace falta esperar una fecha especial para hacerlo.
Arquitectura para el duelo y para la vida
El arquitecto Carlos E. Montoya lo tuvo claro desde el principio: no se trataba solo de construir un espacio funcional. Quería crear un lugar que acompañara emocionalmente. Cada detalle —empezando por la rampa de entrada y la luz cálida del vestíbulo revestido de madera— está pensado para generar calma, reflexión y esperanza.
Las 12 vidrieras de Alfons Oller, inspiradas en las estaciones del año, hablan del ciclo vital. La primavera como renacimiento. El invierno, como reposo. Este juego de luces y colores da vida a este espacio de columbarios urbanos e invita a recordar sin tristeza.
Una memoria que vuelve a casa
Lo que a primera vista puede parecer una innovación radical es, en el fondo, una forma de volver a los orígenes. Tal como recuerda Carlos E. Montoya en una entrevista en el blog, en las primeras sociedades los muertos convivían con los vivos, enterrados bajo el suelo de las propias viviendas. Con el paso del tiempo, sin embargo, los lugares de enterramiento se alejaron de los espacios habitados, y el recuerdo también se volvió más distante.
Ahora, con los columbarios urbanos, se cierra un círculo: la memoria vuelve a casa, y lo hace en nuestro día a día, más cerca de la vida que vivimos.
El Mausoleo Metropolitano de Barcelona recupera esa cercanía perdida y nos recuerda que la muerte no es una excepción, sino una parte más de nuestro camino. Y que honrar a quienes hemos querido no debería ser un momento aislado ni cargado de solemnidad, sino una forma de conectar con la vida desde el afecto y el recuerdo.
Una nueva manera de honrar y recordar
En España, casi la mitad de las personas fallecidas son incineradas. Pero todavía faltan espacios dignos y accesibles para conservar las cenizas y mantener vivo su recuerdo. El Mausoleo Metropolitano de Barcelona responde a esta necesidad con un modelo pionero de columbarios urbanos. Se trata de un espacio sagrado, sí, pero también un espacio vivo. Un lugar donde el duelo puede convivir con la rutina. Donde el recuerdo no queda anclado en el pasado, sino que se mantiene presente, como las estrellas que dan nombre a las distintas áreas del mausoleo: Vega, Rigel, Atria y Navi.
Y quizá eso sea lo más importante: que recordar no sea un acto excepcional, reservado para aniversarios o fechas señaladas, sino una parte más de nuestra forma de vivir. Un lugar al que poder volver siempre que lo necesitemos.