
Riesgos emocionales de esparcir las cenizas
Cuando fallece un ser querido, muchas familias se plantean esparcir sus cenizas en un lugar que tenga un significado especial. Puede parecer un gesto poético, sencillo, casi liberador. Pero antes de hacerlo, conviene detenerse un momento y pensar qué implica realmente para nuestra salud emocional y para la forma en que queremos recordar a esa persona.
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Sin posibilidad de dar marcha atrás
Esparcir las cenizas es un acto irreversible. No hay vuelta atrás. Una vez hecho, ya no queda un lugar físico al que acudir para reencontrarse con la persona querida. Con el tiempo, esto puede generar una sensación de vacío o incluso una pérdida doble: la de la persona, y la del espacio donde sentirla cerca.
Contar con un lugar concreto —como un columbario— ayuda a canalizar el duelo. Permite volver siempre que haga falta, sentir la presencia de esa persona y mantener viva la conexión. Sin ese punto de referencia, hay quienes sienten que el recuerdo se va desdibujando con el tiempo y que falta un espacio seguro donde expresar el dolor.
Dificultad para compartir el recuerdo
Cuando esparcimos las cenizas, perdemos la oportunidad de crear un ritual compartido y recurrente con la familia o los amigos. Un espacio fijo facilita volver juntos, compartir anécdotas, hacer gestos sencillos —una oración, unas palabras, unos instantes de silencio— que refuerzan los vínculos y ayudan a sanar el dolor emocional en compañía.
Sin ese lugar compartido, cada persona vive el duelo de forma más solitaria, y eso puede acentuar la sensación de incomprensión o aislamiento.
Una memoria frágil
A veces pensamos que esparcir las cenizas puede aliviar el dolor que nos provoca el recuerdo de la persona querida. Pero también puede ocurrir que ese recuerdo pierda fuerza. Sin un lugar concreto, los rituales familiares para rendir homenaje desaparecen o se vuelven más difusos.
Con el tiempo, transmitir esa memoria a las nuevas generaciones puede resultar más difícil. Los nietos, los sobrinos, quizá no sabrán dónde ir ni cómo mantener vivo el vínculo.
Un duelo que cuesta cerrar
Muchas personas explican que, después de esparcir las cenizas, sienten que han “perdido” definitivamente a ese ser querido. El duelo necesita un proceso gradual, con espacios para llorar, recordar y, poco a poco, transformar la tristeza en paz.
Sin un lugar estable para recorrer ese camino, es más fácil que el duelo quede abierto, con la sensación de no habernos despedido del todo.
Columbarios: un espacio de recuerdo cercano y acogedor
Si buscamos un homenaje íntimo y digno, sin renunciar a un lugar cercano, los columbarios urbanos —como los del Mausoleu Metropolità de Barcelona— ofrecen un entorno de paz, accesible, donde la memoria perdura. Allí, cada visita puede convertirse en un pequeño ritual que da sentido al recuerdo y ayuda a cuidar la salud emocional de toda la familia.
Recordar necesita un lugar, un tiempo y una comunidad. Antes de decidir dónde depositaremos las cenizas, vale la pena preguntarnos qué puede aportarnos más calma y continuidad: ¿un gesto efímero o un espacio pensado para acompañarnos toda la vida?